La tragedia

La tragedia

jueves, 25 de noviembre de 2010

Escena 1

Dos vigías susurran sombras sobre el promontorio ceniciento centinela de las puertas del Olimpo. De dolor cenicientas, las sombras mortales de dos centinelas susurran rumores que sombras de oscuro color inyectan en el pálido carmín de la tarde rosácea: bajo los tules morados, en el agua cristalina, entre los pergaminos eternos de la casa de la sabiduría han vibrado sibilinos versos de amor que han de ser desdichas: “Atenea -se sabe- un largo tiempo ha –se sabe- que indispuesta se siente entre sus eternas letras; que se distrae sin motivo y cualquier musaraña la espanta perdiéndola en cavilaciones que no van a parar en nada”. “¿Sí?”. “ Sí… Y la Locura, sí”. “¿¡Sí!?”. “Se sabe. Atenea y La Locura locas de amor amadas se aman con loco amor, locas de amor perdidas de la mano de Zeus”. “Veloces, comuniquémoslo a Marte”. Dos sombras de vigías rápidas se disipan en el pálido aire ceniciento de la rosácea tarde.

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