La tragedia

La tragedia

jueves, 25 de noviembre de 2010

Escena 4

En un claro de bosque que bosteza junto a la alameda primavera de flores almendradas el soleado Zeus pensativo, descordado, bosteza olímpica tristeza. En su mano delicada la alameda de bucles almendrados, en la olímpica montaña de los dioses. “ Nada se puede hacer…la sabiduría, sí…se sabe… y la locura, se sabe, locas de amor, crepitante cielo de estrellas bajas rayos truenos centellas de cólera de dolor mortal…la sabiduría, se sabe, sí… y la locura, sí, se sabe… desconsolado, sólo en el prado verde de sabor almendrado, sólo y desconsolado. Oíd vos que derecho osáis pasar por este claro lejano sobre el que cierra negra de cieno la tragedia tempestuosa de la cólera de Zeus. Oid vos, no me escucháis necio, porque necio habéis de ser si no os quitan el sentido mis palabras”. “Perdonad hermoso Zeus que por el hermoso prado verde vaya Dionisos ensimismado, culpable es la fragancia almendrada y el cielo ópalo y ese riachuelo de aguas claras que corren sinuosas y frescas hacia la tórrida tierra donde la vid vida. Perdonad hermoso Zeus y Adiós”. “Pero os vais alegre Dionisos sin escuchar…Adiós bello Dionisos que vivo estás como dios vivo bello sin escuchar ensimismado, Adiós, bello, Adiós…..Parad en seco ancha figura que por este prado solitario sois el segundo en pasar y mi cólera negra afrontareis, entre estrellas de cieno consumido, si no paráis al segundo los pies sobre la tierra en seco”. “¿Qué deseáis amado Zeus?”. “Buscad raudo a la sibila, plebeyo, que mi cólera negra se espacia por todo el cielo”. “¿Seguro sois, amado Zeus, de lo que decís; no os confundís de sujeto?”. “Ya clamo al cielo por vuestra vida, plebeyo, corred raudo a la sibila que se os acaba el tiempo”. Zeus pensativo atrapa con sus dedos esbeltos la pequeña flor almendrada que a su mano cinco suaves pétalos bellos de belleza de diosa atmosférica lleva engarzados a una corona de sol.
“Las diosas adoradas de los continentes, dicen…no sé, lindas diosas de dominios vanos… pérfidas…no sé, diosas hermosas…dicen…dicen, no sé.
Rumores monótonos mortales de los vanos aburridos, dicen…las diosas adoradas de los continentes hermosas… no sé”. Traquetea el repicar de cascabeles y cacharros chocando; en rápida marcha asombrada sombreada por la arboleda marrón se acerca Casandra andrajosa en estrépito de sonajeros y cuentas de plata tintineantes tintineando iluminadas en sus ropajes pardos. “A vuestros pies, Oh, amado Zeus, se postra la agorera Casandra que maltraída caminando a la prisa, os advierte, Oh, amado, desde el divino destino que corre en tus manos, que una seca sombra risueña por la vereda se acerca. Oh, amado Zeus expúlsalo cuanto antes, veo tremendos desastres”. “Pero qué dices, quién por la vereda se acerca a este prado soleado en sombra”. “Sombra no ha de ser, pues que tiene carne sobre todos sus huesos y todos ellos bien puestos”. “¿Quién habla, qué se acerca, Casandra?”. “El Cínico ha de ser”. “Pues todo fue compuesto, aquí asomo joven Zeus pero no quiero creer lo que veo, ¿has de hablar tú con Casandra?”. “En este extremo se resume la poca importancia de nada. Ya ves, Cínico, Zeus con los pies en la tierra”. “Si mi memoria es segura y conmigo no lleva a engaño, creo recordar, Zeus, que del suelo al cielo nunca os los vi alzar, Oh amado”. “Lepidóptero chupasangre, te cocería con dientes de rata y pezuñas de cabra. Oh Cínico amado, perderás las muelas antes de tres años; así habrás de reír”. “Si tú lo dices reiré, amable Casandra; ¿debo pagar algo?”. “Estás disculpado”. “Disculpados estéis los dos. Y ahora dime Casandra que hay en mi cabeza que yo no logro encontrar”. “Si no lo hallas tú, ella, nadie lo hallará”. “ !Centellas, chispas, voltios, Cínico callad ya¡”. “Mudo no acierto pero sordo me dejáis por seguro, Zeus; podríais ser tenor en la filarmónica que quisieses porque ya nada importa nada. Buena voz, profunda y sostenida, como la voz de un dios”. “Cínico, eres más agorero que Casandra”. “Zeus piensa, el Cínico sólo juega al juego de las palabras que dicen lo que se quiere sino las gastas”. “No las gastes más tú que las gastas buenas”. “Adiós pues”. (Calla). “Dime, Casandra”. Casandra danza andrajosa con sonido de sonajeros y de cuentas de plata tintineantes tintineando sonoras en trance. Vueltas dan sus ojos, vueltas da su cuello, acrobática se revuelca en desmedido trance. Vueltas Casandra en trance con cuentas sonoras tintineantes tintineando plateadas en trance. “Casandra, hablad ya”. “Ya veo…”. (“Con blancos ojos de sapo, qué verás”). “… nevada una alta montaña en sombra un amor oscuro de sombras nevado en una sombría montaña la silueta de bellas mujeres nevadas sobre una nevada montaña yerta…”. “Espera, Casandra, deja que piense”. (“Piensas helado lo que se sabe”). “Ya veo de nuevo…”. “Espera, espera…”. “Ya veo, ya veo estrellas que caen estrelladas sobre estrellas de la noche sin estrépito silenciosas, estrellas aniquiladoras que se estrellan en pleno silencio de estrellas nocturnas que se apagan estrelladas sin estrépito de voces en silencio quedo”. “¿Qué me dices, Casandra, de lo visto?”. “Si despiertas dormirás y si duermes despertarás para dormir, esa es la palabra del Oráculo”. “El agorero Cínico os anuncia, Oh amado Zeus, lo mismo. Oh amado, elegid pues a quién creer”. “Creo veros entre tinieblas marchando rápidos de aquí, así pues marchad tintineantes a tintinear lejos de mi vista, que ya me canso de veros.” Casandra y el Cínico sombras se diluyen en la arboleda de esencia almendrada entre tintineos y palabras. Zeus pensativo desacordado, tristeza olímpica en esencia, no sabe que pensar de la cuerda conclusión de Casandra y cansado se reclina en el prado verde a descansar, pensando que pensar, cuando Marte, en traje rojo vestido veloz sobre el verde prado arbolado, llega con noticias de la llegada al olímpico monte de los dioses de las adoradas diosas de los continentes.

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